Charlenne Wittstock se entrena como princesa en los fastos del Día Nacional de Mónaco

p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal { margin: 0cm 0cm 0.0001pt; font-size: 12pt;"Times New Roman"; }div.Section1 { page: Section1; } Mónaco celebró ayer, 19 de noviembre, su Día Nacional, y los monegascos tuvieron motivos por partida doble para celebrar, ya que los fastos contaron con la presencia especial de Charlenne Wittstock, la futura esposa de Alberto II y futura princesa soberana de Mónaco. La nadadora sudafricana, de 32 años, es una más entre los plebeyos que han pasado a formar parte de las monarquías modernas europeas.

p.MsoNormal, li.MsoNormal, div.MsoNormal { margin: 0cm 0cm 0.0001pt; font-size: 12pt;"Times New Roman"; }div.Section1 { page: Section1; } Como es tradicional, todos los miembros de la Familia Real monegasca, con excepción de la anciana princesa Antoinette, nonagenaria tía del príncipe Alberto II, han asistido a la misa que conmemora las fiestas nacionales en la Catedral de Mónaco. El príncipe Alberto presidió las fiestas en compañía de sus hermanas, Carolina y Estefanía, y de Charlene, su prometida, que ya es una más en la familia y ejerce como una verdadera Princesa. Asistieron también los hijos de la princesa Carolina, Andrea, Charlotte, Pierre y la princesa Alexandra.

La Fiesta Nacional monegasca tiene lugar cada 19 de noviembre por conmemorarse el día que, en 1949, Rainiero III ascendió al trono, tras haber fallecido su abuelo Luis II. Al subir al trono Alberto II, en 2005, éste decidió no mover esta fecha tan simbólica para su país, haciéndola coincidir con su ascensión oficial al trono. Después de asistir a la suntuosa misa católica de acción de gracias en la catedral monegasca, Alberto de Mónaco se ha asomado al balcón principal del palacio de los Grimaldi para saludar a los varios cientos de monegascos que se dirigieron hacia lo alto del peñón para felicitar a la familia principesca. Los festejos culminarán por la noche en la ópera de Montecarlo, con la Familia Real monegasca vestida de largo, y un castillo de fuegos artificiales en el puerto.

La presencia de la novia del príncipe -que se casará a los 52 años- era realmente esperada por la población monegasca en estas celebraciones, que revisten de tanta importancia para el pequeño principado monegasco. Se trata, además, de la primera vez en la historia de Mónaco que un príncipe soberano invita a las celebraciones nacionales a su prometida y futura princesa. Charlenne ha cautivado a la población y a la prensa europea, que ha descrito con fascinación la radiante presencia de la joven, tanto en la catedral como en los balcones del Palacio del Príncipe, con un traje de Armani que contrastó poderosamente con los trajes oscuros que vistieron sus futuras cuñadas, Carolina y Estefanía.

El gran ausente en esta ocasión ha sido el esposo de la princesa Carolina, Ernesto Augusto de Hannover. Es casi oficial que los príncipes de Mónaco hacen vidas separadas desde hace ya más de un año y, pese a que el servicio de prensa del Principado desmintiera en su momento los rumores de separación, los hechos son que la princesa Carolina abandonó el hogar conyugal en Fontainebleau, cerca de París, donde el príncipe Ernesto permanece, para mudarse a Mónaco.

Hace dos días, con motivo de la fiesta nacional de su país, el príncipe Alberto II concedió una entrevista al periódico francés Le Figaro en el que habló de los asuntos más importantes que vive hoy su reinado, así como de su próxima boda, con Charlenne, asegurando que las celebraciones serán populares y tradicionales, pero en un marco de modernidad que servirá para mostrar una cara menos frívola de la Casa Grimaldi, y que ayudará a promocionar el turismo en Mónaco.

Sobre el interés que ha despertado su compromiso con Charlene tanto en su propio país como en el resto del mundo, muy especialmente en los medios de comunicación, Alberto II ha explicado a la publicación que ambos tienen la intención de que su unión “sea un momento de comunión alrededor de valores”. Ante la petición de que defina a su futura esposa, a la que a seis meses vista del enlace pocos conocen, el futuro soberano hace un retrato de una mujer que ha forjado su personalidad a partir de los valores de un deporte -la natación- que admira. Destaca que su origen sudafricano ha alimentado su gran generosidad, solidaridad y humanidad. La define como una mujer curiosa y de gran sensibilidad. Sobre el rol que le espera a la futura princesa ras la boda, Alberto de Mónaco ha dejado claro que no tiene ninguna duda de que sabrá desempeñar su labor correctamente, y ha explicado que Charlene continuará con su labor en organizaciones como las fundaciones Born Free, Nelson Mandela, así como los Special Olympics a las que sumará nuevas colaboraciones con otras.

El príncipe monegasco ha expresado al respecto que espera que su boda “sea el reflejo de nuestra época y nuestras personalidades pero que respete la tradición y la modernidad”. Alberto II comprende el interés que suscita su compromiso, entre los monegascos y en el mundo entero: “Charlene y yo también queremos que esta unión sea un momento de comunión de los valores que amamos, que son los de mi país”. El príncipe explica que buscarán la simplicidad y que han escogido el Palacio real para el enlace con la motivación de que puedan compartir el momento con el conjunto de la población. Por ello, el príncipe y la nadadora se casarán por lo religioso al aire libre ante mil invitados en la Plaza de Armas del palacio principesco, debido a que este amplio sitio al aire libre puede albergar más asientos que la catedral monegasca. “Queremos compartir este enlace con toda la población” ha declarado Alberto II. La boda civil tendrá lugar un día antes, en la más estricta intimidad de palacio ante unos 50 familiares y amigos.

Así será, pues, la primera boda real vivida en Mónaco en 54 años, desde que el 19 de abril de 1956 el príncipe Rainiero III, padre de Alberto, se uniera en matrimonio con la actriz norteamericana Grace Patricia Kelly, en una ceremonia realmente suntuosa que tuvo lugar en la catedral de Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción. En la extensa entrevista concedida a Le Figaro, Alberto II explica además los beneficios económicos que su boda llevará al principado, asegurando que lo que él espera es que se relance la imagen del país más allá de los estereotipos.

Darío Silva D´Andrea

 

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