La tiara Marichalar, la tiara Cartier, la tiara Braganza: la boda de Victoria de Suecia será recordada por el despliegue de joyas históricas de las casas reales europeas

La boda de la princesa Victoria de Suecia con Daniel Westling será recordada por muchos motivos. Ha sido el paso previo a la oficialización del compromiso matrimonial de Alberto de Mónaco con Charlene Wittstock. Ha ofrecido una imagen que ha redundado en la ya intensa popularidad de la infanta Elena: verla vistiendo su traje de inspiración torera. Y, sobre todo, ha sido una inmejorable pasarela de joyas con historia.

El enlace sueco, en efecto, queda principalmente como la ocasión en que las familias de la realeza europea han sacado a relucir sus mejores joyas, una muestra de esplendores de antaño en una realidad monárquica que ahora pasa, en toda Europa, por los recortes presupuestarios. En muchos casos se trata de piezas de gran valor por su recorrido histórico, al margen de consideraciones pecuniarias. De hecho, salvo la tiara de Clara de Bélgica, apenas hubo piezas nuevas.

La propia novia, Victoria de Suecia, lució una joya del patrimonio familiar, regalo de Napoleón a Josefina, una tiara de oro y perlas con siete camafeos. En lo que respecta a las representantes de la realeza española, se ha criticado el hecho de que la infanta Cristina luciera la tiara de perlas de Cartier, propiedad en su día de la reina Victoria Eugenia, de mayor tamaño que la de su madre. Doña Sofía lucía la famosa tiara de Isabel II-, en tanto que la tiara que ornaba la cabeza de su hija sólo la había usado, hasta ahora, la propia reina. Precisamente, una de las características de esta última boda real es que las mujeres presentes no han utilizado las tiaras que suelen utilizar.

La tiara de la infanta Elena sí ha recibido grandes alabanzas: fue la misma que lució en el día de su su boda con Jaime de Marichalar, regalo de la familia del novio, y ya conocida como la tiara Marichalar. La princesa Letizia se adornó con una tiara floral propiedad de doña Sofía desde que se la diera Francisco Franco como regalo de boda.

Entre las joyas más destacadas de la ceremonia estaba la tiara Braganza de la reina Silvia de Suecia, la tiara Connaught de la princesa Madalena de Suecia, la tiara Fringe de Sofía de Liechtenstein –una de las más aclamadas-, y la princesa Birgitta (Brígida) de Suecia lucía la tiara de diamantes de nueve puntas. El diseño lucido por la reina Rania de Jordania –minimalista y postmoderno-, por comparación, resultó decepcionante.

 

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