El paradero de la princesa Letizia

Letizia Ortiz estaba en paradero desconocido. No se le veía en público desde hacía unos cuantos días. Pero, sobre todo, el silencio en la Casa del Rey cuando se preguntaba era pétreo.

A la asistencia de Felipe de Borbón en solitario a una cena de amigos se sumó, de forma mucho más aparatosa, la evidencia de que el príncipe había viajado a Mallorca con sus hijas pero sin su mujer.

Resultaba imposible que tal circunstancia pasara inadvertida, y, a la vez, eso era algo que, por supuesto, conocían en La Zarzuela.

Así que, si no viajó a Palma fue porque existía un motivo de cierta entidad.

Dado el oscurantismo de La Zarzuela, todas las especulaciones parecían válidas. Unos apuntaban que había viajado a Estados Unidos para encontrarse con su hermana Telma, recién casada.

Otros sugerían que se encontraban en Asturias, para sostener a su abuela ante los conflictos judiciales que le acechan.

Y no faltan quienes apostaban por que la princesa se haya sometido a un nuevo tratamiento corporal, en la línea de la corrección de la nariz o de las ayudas que recibió en el pasado a otras zonas de su anatomía.

En cualquier caso, me parece que no es de recibo que no se sepa dónde se encuentra la princesa, no ya durante días, sino ni siquiera durante horas. Alguien ha vuelto a fallar.

Y la prometida trasparencia anunciada por la Casa del Rey continúa siendo asignatura pendiente.

 

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