Más secretos de la realeza británica en un nuevo libro

El príncipe Carlos de Inglaterranunca ha elegido su propia ropa ¿para qué? si tiene tres asistentes que se preocupan de qué vestimenta debe usar en cada uno de sus compromisos, le eligen las corbatas -su récord es de cinco distintas en un día- e incluso le planchan las agujetas de los zapatos, no vaya a salir con éstas arrugadas...

Brian Hoey, cronista de la realeza británica desde hace 40 años, desvela éste y otros secretos en su libro Not in front of the corgis, basado en los relatos de algunos de los 1,200 miembros del staff de la Corte.

En extractos publicados por el diario Daily Mail se revela, por ejemplo, que cuando la reina Isabel II se cansa de alguno de sus vestidos, ella se lo pasa a una de sus asesoras, quien puede quedárselo o bien venderlo, pero removiendo todas las etiquetas para que no pueda ser identificado como suyo.

Los lujos y detalles son tantos que incluso el presidente Barack Obama y su esposa, Michelle, quedaron impactados durante su visita al Palacio de Buckingham en mayo.

"Nadie lo hace mejor", afirmaron, tras comprobar que se les consultó desde cuáles eran sus flores favoritas hasta qué tipo de papel higiénico preferían (suavidad, consistencia y color).

Hoey señala que los empleados de la familia real también tienen a sus favoritos, así como a una lista negra.

Exceptuando a la reina, que fue sacada del ranking por deferencia, el más popular es su marido, el príncipe Felipe, conocido por ser muy leal a sus empleados, al punto que este año rompió la tradición y asistió personalmente al funeral de su chofer, en vez de enviar a un representante; el menos querido, por otra parte, es el príncipe Eduardo, que es considerado como el miembro de la realeza más pomposo y que insiste todo el tiempo en la formalidad absoluta.

El libro ahonda en la vida de los empleados que trabajan en las cinco residencias reales, 339 de los cuales están de tiempo completo en Buckingham.

Así, por ejemplo, existe la regla de que los hombres deben medir al menos 1.72 m y ser delgados, en parte porque tienen que vestir uniformes usados, ya que los nuevos cuestan 2 mil libras (más de 40 mil pesos).

Aunque trabajar para la realeza no es un empleo tan bien pagado, tiene sus beneficios, como el permiso para usar la piscina de la reina -si es que no la usa nadie de la familia real- o ver los últimos estrenos en el cine.

 

El libro, además, detalla algunos secretos del edificio de Buckingham, como la cámara que se esconde detrás de un espejo en uno de los salones, la llamada Royal Closet, así como el fantasma de un sirviente del Shah de Persia que fue ejecutado en 1873 en el palacio, y que hasta hoy pena en los pasillos.

Darío Silva D'Andrea

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